Pablo regresa a Jerusalén

Hechos 21:1 – 22:29, NBLA

Después de separarnos de ellos, salimos y navegamos con rumbo directo a Cos, al día siguiente a Rodas, y de allí a Pátara. Al encontrar un barco que iba para Fenicia, subimos a bordo y nos hicimos a la vela.

Cuando vimos la isla de Chipre, dejándola a la izquierda, navegamos hacia Siria, y desembarcamos en Tiro porque la nave debía dejar allí su cargamento.Después de hallar a los discípulos, nos quedamos allí siete días, y ellos le decían a Pablo, por el Espíritu[a], que no fuera a Jerusalén[b].

Pasados aquellos días[c] partimos y emprendimos nuestro viaje mientras que todos ellos, con sus mujeres e hijos, nos acompañaron hasta las afueras de la ciudad. Después de arrodillarnos y orar en la playa, nos despedimos unos de otros. Entonces subimos al barco y ellos regresaron a sus hogares.

Pablo en Cesarea

Terminado el viaje desde Tiro, llegamos a Tolemaida, y después de saludar a los hermanos, nos quedamos con ellos un día. Al día siguiente partimos y llegamos a Cesarea, y entrando en la casa de Felipe, el evangelista, que era uno de los siete, nos quedamos con él. Este tenía cuatro hijas vírgenes que profetizaban.

10 Y deteniéndonos allí varios días, descendió de Judea cierto profeta llamado Agabo, 11 quien vino[d] a vernos, y tomando el cinto de Pablo, se ató las manos y los pies, y dijo: «Así dice el Espíritu Santo: “Así atarán los judíos en Jerusalén al dueño de este cinto, y lo entregarán en manos de los gentiles”».

12 Al escuchar esto, tanto nosotros como los que vivían allí[e] le rogábamos que no subiera a Jerusalén. 13 Entonces Pablo respondió: «¿Qué hacen, llorando y quebrantándome el corazón? Porque listo estoy no solo a ser atado, sino también a morir en Jerusalén por el nombre del Señor Jesús». 14 Como no se dejaba persuadir, dejamos de insistir, diciéndonos: «Que se haga la voluntad del Señor».

15 Después de estos días nos preparamos y comenzamos a subir hacia Jerusalén.16 Nos acompañaron también algunos de los discípulos de Cesarea, quienes nos condujeron a Mnasón, de Chipre, un antiguo discípulo con quien deberíamos hospedarnos.

Pablo en Jerusalén

17 Cuando llegamos a Jerusalén, los hermanos nos recibieron con regocijo. 18 Al día siguiente Pablo fue[f] con nosotros a ver a Jacobo[g], y todos los ancianosestaban presentes. 19 Después de saludarlos, comenzó a referirles una por una las cosas que Dios había hecho entre los gentiles mediante su ministerio.

20 Ellos, cuando lo oyeron, glorificaban a Dios y le dijeron: «Hermano, ya ves cuántos miles[h] hay entre los judíos que han creído, y todos son celosos de la ley.21 Se les ha contado acerca de ti, que enseñas a todos los judíos entre los gentiles que se aparten de Moisés, diciéndoles que no circunciden a sus hijos ni observen[i] las tradiciones. 22 Entonces, ¿qué es lo que se debe hacer? Porque sin duda la multitud se reunirá[j] pues oirán que has venido.

23 »Por tanto, haz esto que te decimos. Tenemos cuatro hombres que han hecho un voto[k]; 24 tómalos y purifícate junto con ellos, y paga sus gastos[l] para que se rasuren la cabeza. Así todos sabrán que no hay nada cierto en lo que se les ha dicho acerca de ti, sino que tú también vives ordenadamente, guardando la ley.25 Pero en cuanto a los gentiles que han creído, nosotros les hemos escrito, habiendo decidido que deben abstenerse de todo lo que ha sido sacrificado a los ídolos, de sangre y de comer carne de animales estrangulados y de fornicación».

26 Entonces Pablo tomó consigo a los hombres, y al día siguiente, purificándose[m]junto con ellos, fue al templo, notificando de la terminación de los días de purificación, hasta que el sacrificio se ofreciera por cada uno de ellos.

El tumulto en el templo

27 Cuando estaban para cumplirse los siete días, los judíos de Asia[n], al verlo en el templo alborotaron a todo el pueblo y le echaron mano, 28 gritando: «¡Hombres de Israel[o], ayúdennos! Este es el hombre que enseña[p] a todos, por todas partes, contra nuestro pueblo, la ley y este lugar. Además, incluso ha traído griegos al templo, y ha profanado este lugar santo». 29 Pues anteriormente habían visto a Trófimo el Efesio con él en la ciudad, y pensaban que Pablo lo había traído al templo.

30 Se alborotó toda la ciudad, y llegó el pueblo corriendo de todas partes[q]. Apoderándose de Pablo lo arrastraron fuera del templo, y al instante cerraron las puertas. 31 Mientras procuraban matarlo, llegó aviso al comandante[r] de la compañía[s] romana que toda Jerusalén estaba en confusión. 32 Inmediatamente tomó consigo algunos soldados y centuriones, y corrió hacia ellos; cuando el pueblo vio al comandante y a los soldados, dejaron de golpear a Pablo.

33 Entonces el comandante llegó y lo arrestó, y ordenó que lo ataran con dos cadenas, y preguntaba quién era y qué había hecho. 34 Pero entre la muchedumbre unos gritaban una cosa y otros otra, y como él no pudo averiguar con certeza los hechos, debido al tumulto, ordenó que llevaran a Pablo al cuartel.35 Cuando Pablo llegó a las gradas, los soldados tuvieron que cargarlo por causa de la violencia de la turba[t]; 36 porque la multitud del pueblo lo seguía, gritando: «¡Muera!».

Defensa de Pablo en Jerusalén

37 Cuando estaban para meterlo en el cuartel, Pablo dijo al comandante: «¿Puedo decirte algo?». Y él dijo*: «¿Sabes griego? 38 ¿Entonces tú no eres el egipcio que hace tiempo[u] levantó una revuelta y sacó los 4,000 hombres de los asesinos[v] al desierto?».

39 Pablo respondió: «Yo soy judío de Tarso de Cilicia, ciudadano de una ciudad no sin importancia. Te suplico que me permitas hablar al pueblo». 40 Cuando el comandante le concedió el permiso, Pablo, de pie sobre las gradas, hizo señal al pueblo con su mano, y cuando hubo[w] gran silencio, les habló en el idioma hebreo[x]:

22 «Hermanos y padres, escuchen mi defensa que ahora presento ante ustedes», decía Pablo.

Cuando oyeron que se dirigía a ellos en el idioma hebreo[a], observaron aún más silencio. El continuó*:

Pablo da testimonio de su conversión

«Yo soy judío, nacido en Tarso de Cilicia, pero criado en esta ciudad, educado bajo[b] Gamaliel en estricta conformidad a la ley de nuestros padres[c], siendo tanceloso de Dios como todos ustedes lo son hoy. Perseguí este Camino hasta la muerte, encadenando y echando en cárceles tanto a hombres como a mujeres,de lo cual pueden testificar[d] el sumo sacerdote y todo el Concilio[e] de los ancianos. De ellos recibí cartas para los hermanos[f], y me puse en marcha para Damasco con el fin de traer presos[g] a Jerusalén también a los que estaban allá, para que fueran castigados.

»Y aconteció que cuando iba de camino, estando ya cerca de Damasco, como al mediodía, de repente una luz muy brillante fulguró desde el cielo a mi alrededor.Caí al suelo y oí una voz que me decía: “Saulo, Saulo, ¿por qué me persigues?”.Y respondí: “¿Quién eres, Señor?”. Y Él me dijo: “Yo soy Jesús el Nazareno, a quien tú persigues”.

»Los que estaban conmigo vieron la luz, ciertamente, pero no comprendieron[h] la voz de Aquel que me hablaba. 10 Y yo dije: “¿Qué debo hacer, Señor?”. Y el Señor me dijo: “Levántate y entra a Damasco; y allí se te dirá todo lo que se ha ordenado que hagas”.

11 »Pero como yo no veía por causa del resplandor[i] de aquella luz, los que estaban conmigo me llevaron de la mano y entré a Damasco. 12 Y uno llamado Ananías, hombre piadoso según las normas de la ley, y de quien daban buen testimonio todos los judíos que vivían allí, 13 vino a mí, y poniéndose a mi lado, me dijo: “Hermano Saulo, recibe la vista”. En ese mismo instante[j] alcé los ojos y lo miré.

14 »Y él dijo: “El Dios de nuestros padres te ha designado[k] para que conozcas Su voluntad, y para que veas al Justo y oigas palabra[l] de Su boca. 15 Porque tú serás testigo Suyo a todos los hombres de lo que has visto y oído. 16 Y ahora, ¿por qué te detienes? Levántate y bautízate, y lava tus pecados invocando Su nombre”.

17 »Cuando regresé a Jerusalén y me hallaba orando en el templo, caí en un éxtasis, 18 y vi al Señor que me decía: “Apresúrate y sal pronto de Jerusalén porque no aceptarán tu testimonio acerca de Mí”.

19 »Entonces yo dije: “Señor, ellos saben bien que en las sinagogas, una tras otra, yo encarcelaba y azotaba a los que creían en Ti. 20 Cuando se derramaba la sangre de Tu testigo Esteban, allí estaba también yo dando mi aprobación, y cuidando los mantos de los que lo estaban matando”. 21 Pero Él me dijo: “Ve, porque te voy a enviar lejos, a los gentiles”».

Pablo bajo vigilancia del comandante

22 La multitud lo oyó hasta que dijo esto[m], entonces alzaron sus voces y dijeron: «¡Quita de la tierra a ese hombre! No se le debe permitir que viva».

23 Como ellos vociferaban, y arrojaban sus mantos, y echaban polvo al aire, 24 el comandante[n] ordenó que llevaran a Pablo al cuartel, diciendo que debía ser sometido a[o] azotes para saber la razón por qué la gente gritaban contra él de aquella manera. 25 Cuando lo estiraron con[p] correas, Pablo dijo al centurión que estaba allí: «¿Les es lícito azotar a un ciudadano[q] romano sin haberle hecho juicio?».

26 Al oír esto el centurión, fue al comandante y le avisó: «¿Qué vas a hacer? Porque este hombre es ciudadano romano». 27 Vino el comandante a Pablo y le dijo: «Dime, ¿eres ciudadano romano?». «Sí», contestó él. 28 Y el comandante respondió: «Yo adquirí esta ciudadanía por una gran cantidad de dinero». «Pero yo soy ciudadano romano de nacimiento», le dijo Pablo.

29 Entonces los que iban a someterlo a[r] azotes, al instante lo soltaron[s]. También el comandante tuvo temor cuando supo que Pablo era ciudadano romano, y porque lo había atado con cadenas.

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