Pedro y Juan perseguidos

En la cárcel y libres otra vez
17 Pero levantándose el sumo sacerdote, y todos los que estaban con él, (es decir, la secta de los saduceos), se llenaron de celo. 18 Entonces echaron mano a los apóstoles y los pusieron en una cárcel pública. 19 Pero durante la noche, un ángel del Señor, abrió las puertas de la cárcel y sacándolos, les dijo: 20 «Vayan, preséntense en el templo, y hablen[a] al pueblo todo el mensaje[b] de esta Vida».

21 Habiendo oído esto, al amanecer entraron en el templo y enseñaban. Cuando llegaron el sumo sacerdote y los que estaban con él, convocaron al Concilio[c], es decir[d], a todo el Senado de los israelitas. Y mandaron traer de la cárcel a los apóstoles. 22 Pero los guardias que fueron no los encontraron en la cárcel; volvieron, pues, y les informaron: 23 «Encontramos la cárcel cerrada con toda seguridad y los guardias de pie a las puertas; pero cuando abrimos, a nadie hallamos dentro».

24 Cuando oyeron estas palabras el capitán de la guardia del templo y los principales sacerdotes, se quedaron muy perplejos a causa de ellas, pensando en qué terminaría aquello[e]. 25 Pero alguien se presentó y les informó: «Miren, los hombres que pusieron en la cárcel están en el templo enseñando al pueblo».

26 Entonces el capitán fue con los guardias y los trajo sin violencia porque temían al pueblo, no fuera que los apedrearan. 27 Cuando los trajeron, los pusieron ante[f] el Concilio[g], y el sumo sacerdote los interrogó: 28 «Les dimos órdenes estrictas de no continuar enseñando en este Nombre, y han llenado a Jerusalén con sus enseñanzas, y quieren traer sobre nosotros la sangre de este Hombre».

29 Pero Pedro y los apóstoles respondieron: «Debemos obedecer a Dios en vez de obedecer a los hombres. 30 El Dios de nuestros padres resucitó a Jesús, a quien ustedes mataron[h] y colgaron en una cruz[i]. 31 A Él Dios lo exaltó a[j] Su diestra como Príncipe[k] y Salvador, para dar arrepentimiento a Israel, y perdón de pecados. 32 Y nosotros somos testigos de estas cosas; y también el Espíritu Santo, el cual Dios ha dado a los que le obedecen».

El consejo de Gamaliel
33 Cuando ellos oyeron esto, se sintieron profundamente ofendidos[l] y querían matarlos. 34 Pero cierto fariseo llamado Gamaliel, maestro de la ley, respetado por todo el pueblo, se levantó en el Concilio[m] y ordenó que sacaran fuera a los apóstoles por un momento.

35 Entonces les dijo: «Hombres de Israel, tengan cuidado de lo que van a hacer con estos hombres. 36 Porque hace algún tiempo Teudas se levantó pretendiendo ser alguien; y un grupo como de 400 hombres se unió a él. Y[n] fue muerto, y todos los que lo seguían[o] fueron dispersos y reducidos a nada. 37 Después de él, se levantó Judas de Galilea en los días del censo, y llevó mucha gente tras sí; él también pereció, y todos los que lo seguían[p] se dispersaron.

38 »Por tanto, en este caso les digo que no tengan nada que ver con[q] estos hombres y déjenlos en paz, porque si este plan o acción[r] es de los hombres, perecerá; 39 pero si es de Dios, no podrán destruirlos; no sea que se hallen luchando contra Dios».

40 Ellos aceptaron su consejo[s], y después de llamar a los apóstoles, los azotaron y les ordenaron que no hablaran más en el nombre de Jesús y los soltaron. 41 Los apóstoles, pues, salieron de la presencia del Concilio[t], regocijándose de que hubieran sido considerados dignos de sufrir afrenta por Su Nombre[u]. 42 Y todos los días, en el templo y de casa en casa[v], no cesaban de enseñar y proclamar el evangelio de Jesús como el Cristo[w].

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